Imaginémoslo al final de su vida, después de ascender a una alta cumbre en busca de sabiduría para encontrar sólo un vacío. Entonces, sumido en el desánimo, ve cómo el cielo se aclara para revelar que la Verdad resplandece inconfundible en otra cumbre ¡Se equivocó de montaña! Pero el camino hasta la misma está totalmente oculto por las nubes que cruzó al ascender, y ya es demasiado viejo como para desandar todo y comenzar de nuevo.
Sin duda ha encontrado la Verdad, pero es incapaz de integrarla armónicamente en el sentido de su viaje. Ya no puede ver el mundo con los ojos que debería y tiene que recurrir a compromisos entre aspectos irreconciliables de la existencia y debe recurrir al "hacer como si" para no desesperar. Sabe que debería experimentar la realidad de otra forma, pero también sabe que eso escapa a los patrones sobre los que ha asentado su forma de aprehenderla.
Este hombre moderno es víctima de una segunda Caída, pero su grandeza es darse cuenta de que sus hijos no tienen por qué ser modernos como él. No se le exige más sacrificio que romper la cadena y hacer que las generaciones venideras no se vean obligadas a llevar las mismas gafas tintadas que él ha cargado toda la vida. Su salvación es alzarse y proclamar al mundo "yo no puedo creer como debería, pero me aseguraré de que los que me siguen sí puedan hacerlo"
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