martes, 15 de diciembre de 2020

La culpa de los filósofos

Como graduado en filosofía no puedo sino avergonzarme al ver que la misma civilización que ha alumbrado a Aristóteles y a Kant ahora se halla sumida en problemas creados por su propia mano, identidades y categorizaciones estériles que poco tienen que ver con la libertad y mucho con crear comidilla política y doblegar voluntades ajenas. Es bochornoso y hasta criminal que tantos filósofos, sobre todo los que tienen el trasero pegado a sitiales o aspiran a ello, se hayan dejado seducir y que en vez de clarificar se dediquen a aplaudir o incluso a dar apoyo ideológico a basura pseudointelectual. Están jugando con fuego como niños irresponsables: piensan que nada de esto tendrá consecuencias; que no se arruinará nuestra capacidad de vérnoslas con la realidad y entendernos pacíficamente con nuestros semejantes ¡a palazos meterían tales entelequias en el sistema educativo y al final volcarán el vagón entero si con ello pueden prenderse una nueva medallita! Da igual la necedad que se diga si suena bien y con ello se consigue otro titular de "filósofo dice", preferiblemente acompañado de una fotografía rascándose la barbilla con expresión inteligente. El pensador se ha creído su propio mito, para desgracia de todos.

Pero mezquindad habrá siempre. Si os soy franco lo que peor me parece es la cobardía que permite que el mal triunfe, ese autoengaño que se escuda en el respeto a los sentimientos o una falsa humildad ante lo que se desconoce... cuando en realidad no es sino tolerar la dispensa general de cicuta, el castigo a la virtud o el desprecio a la libertad, y todo esto por miedo al dedo acusador de la turba.

Por todos es sabido que las lecciones impartidas por Kant (y otros tantos) no versaban sobre sus aportaciones personales, pero que estas acabaron incorporadas al canon de las generaciones futuras por su singular valor, reconocido por todos. Ahora esta cadena se ha roto, tanto porque en nuestros tiempos no importa a nadie el desarrollo de ideas en profundidad como porque cuando lo hay se hunde en un mar de morralla. Irónicamente el progreso que podría suponer la era de la información a nivel de transmisión de ideas se ha convertido en un sumidero donde lo bueno se pierde entre grandes masas de irrelevancia. Al final si el pensamiento occidental tal y como lo conocemos sobrevive no será gracias a gobiernos, academias e intelectuales, sino a pesar de ellos. Serán los heterodoxos, los capagrises, los liminales, y el disperso linaje de los filósofos aún preocupados por la vida y la belleza quienes conservarán el tesoro ahora que la tradición ha sido expulsada del templo. En otras palabras, se salvarán quienes estén en carreteras secundarias bien lejos de lo oficial y su acelerada carrera hacia del barranco del falso progreso.