martes, 20 de diciembre de 2022

Arte ludista o postureo apocalíptico

Desde hace unos meses se me hace curioso ver a tantos artistas  perdiendo los papeles en Instagram con las imágenes generadas por inteligencias artificiales, y parecer ser que dicha burbuja ha explotado en la última semana con un tsunami de publicaciones imposible de ignorar. 
    Comprendo el miedo que tal tecnología suscita, pero pretender que la gente boicotee las IA o incluso que puedan ser prohibidas por el Estado es querer lo imposible. Ese tren no va a parar por mucho que lo deseemos, y por tanto todos los futuribles que planteemos a partir de ahora deberán tener en cuenta la existencia de imágenes generadas de fácil acceso. Todo lo demás es hacer planes para un mundo que no existe o  peor: es tener el semblante de hormigón armado y exigir un estipendio a cambio de ser artista, sin tener en cuenta la obra producida o la opinión del público.
  Vaya por delante que a mí los resultados de las IA en su mayor parte me parecen sosos y tópicos, probablemente porque los criterios los han establecido personas sin gusto o porque en internet el arte genérico, el efectismo, los estilos con sello "de escuela", el manga más industrial o la pintura hiperrealista están sobrerepresentados: las IA se alimentan de eso. Por tanto, la única preocupación real que pueden suscitar es que haya gente con mal gusto que compre el pastiche y no presten atención al verdadero talento... Pero esto no es nuevo, de hecho es la preocupación clásica del artista moderno.
    En todo caso a partir de ahora quien lo tendrá más difícil no son los excelentes artistas a quienes veo palidecer sin necesidad, sino los mediocres que prefirieron seguir la corriente y lograr el aplauso fácil en vez de cultivarse. De la misma forma que escribir fanfics adolescentes no te convierte en autor consagrado y ni te extiende la alfombra roja de la Real Academia, tampoco puede colgarse colgarse la medalla de artista quien tiene una cuenta de dibujos en una red social. Ser o no ser algo depende de factores como muchos años de trabajo y la opinión que tiene el público sobre los resultados. Por tanto, los buenos ilustradores lo seguirán teniendo tan difícil como siempre, e incluso me atrevo a decir que ahora se abre una pequeña ventana para esperanza.
    En un mundo de inteligencias artificiales que hacen "arte frankenstein", la impronta distintiva del autor humano tendrá un valor mucho más evidente. Es una oportunidad excelente para estudiar en modos de representación mucho más subjetivos e intuitivos, sobre todo en la estilización y el uso de la línea, y dejarse de caminos trillados como recurrir demasiado a la falsilla fotográfica. Ahora los artistas sacarán a relucir su valía individual: después de pasar por el tubo de aprender de los grandes referentes (porque es necesario) demostrarán su maestría vertiendo todo ese capital cultural en su propio molde. Y si no pueden hacerlo... entonces es que les falta práctica o nunca fueron artistas, independientemente de si pretenden vivir de ello o no.
    Como he dicho al principio, comprendo el temor que las inteligencias artificiales aplicadas al arte suscitan , pero en mi opinión muchos de los artistas que se están quejando son precisamente los que no tienen nada que temer. Quizá algunos participen en la pataleta por solidaridad con quienes sí se juegan algo o están empezando su carrera pero aunque esto proviene de la compasión es un grave error. El mensaje del artista consagrado hacia los jóvenes debería ser  de excelencia: incluso antes de desarrollar un estilo es necesario tener criterio. Y ese gusto se forja en el transcurso de una gran aventura: la de descubrir miles de años de Historia, de investigar qué recursos se han usado pata expresar o representar algo, y sobre todo ver cómo hoy nos enfrentamos exactamente a los mismos desafíos que entonces. todo ello acompañado de práctica y experimentación constante.
    Lo importante no es la etiqueta de ser artista, sino cómo lo somos. Un hombre sabio me dijo una vez (con otras palabras) que aunque al compararnos nos parezca que no llegamos ni a los tobillos de los titanes que nos precedieron, nuestro lugar se encuentra junto a ellos. Esa es nuestra liga: aunque hoy dispongamos de nuevas herramientas, recursos y libertades estamos continuando con LA tradición. En eso, y no en los anécdotas personales que gustan tanto a ciertos académicos, consiste el arte. Que haya inteligencias artificiales construyendo imágenes coherentes a partir de indicaciones sencillas no es más que la confirmación para los incrédulos de que siempre ha existido un hilo conductor ante el que todos respondemos.

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