sábado, 8 de julio de 2023

El mito del retroceso

Cada vez estoy más harto de la dialéctica de avanzar-retroceder que sale a flote siempre que hay elecciones. 
    Por poner un simple ejemplo: el mundo posmoderno ha vuelto a gente más infeliz y los problemas mentales se han disparado hasta el punto de fetichizarse. Sin embargo, los predicadores que a la mínima te acusan de querer volver al oscurantismo prefieren callar en vez de admitir un retroceso como consecuencia de ese deambular sin rumbo. Si los hechos los acaban acorralando lo habitual es que señalen una conspiración del capitalismo, los curas y el fascismo; sin caer en que hoy día los grandes capitales son sus correligionarios, los curas van por el camino del Dodo y el fascismo, lejos de ser un hombre del saco conservador, se refleja en la totalitaria huida hacia delante de la socialdemocracia.
    En lo personal creo que el eje para valorar la realidad es y será siempre bueno-malo o mejor-peor. Lo de avanzar-retroceder es una patraña, porque lo único que avanza en esos términos jamás retrocede y se encuentra más allá de nuestro control: el Tiempo. Mucho antes de que la Modernidad nos hiciera creer en el mito del "avance" según los grandes designios de unos pocos iluminados el progreso se daba de forma natural por un hecho simplísimo: los antiguos no eran estúpidos y les gustaba vivir bien tanto como a nosotros. En los últimos tres siglos el idealismo utópico (i.e. el progresismo) ha matado a más gente que todas las inquisiciones juntas, y sin embargo en vez de aprender la lección el miedo a volver a las cavernas nos hace seguir claudicando una y otra vez.