Los 90 fueron una especie de charco de agua estancada en los que -salvo Yugoslavia- no pasó casi nada relevante para el mundo libre. Se hablaba del mundo post-URSS como el Fin de la Historia donde sólo podíamos ir a mejor y comer perdices. En realidad ese apesebramiento generalizado y falta de amenazas serias generó una sociedad y una clase política incapaces de pensar a largo plazo. Por eso desde entonces las instituciones se han degradado sin esperanza de ser regeneradas, la economía se dirigió sin pensar en las generaciones futuras y comenzaron a popularizarse formas de planificar tan idealistas (por la vía "blanda", a diferencia de lo soviético) que no pueden funcionar sin tener un cuerno de la abundancia a mano. Hasta el pensamiento racional se comenzó a devaluar hasta la sopa primordial que tenemos hoy. Y entonces la burbuja explotó con la atrocidad de las Torres Gemelas, la crisis de 2008, la involución de la cultura y finamente la ordalía que estamos viviendo ahora. Los dioses han pagado la factura de nuestros pecados y han dicho que nos podemos quedar con el cambio.
La pregunta más lógica que podríamos hacernos en este momento es hasta cuándo durarán las penurias de nuestra Edad. Aventurarse con la futurología y aproximar fechas sería poco sensato, pero como todo buen castigo durará hasta que aprendamos la lección. Para clarificar: desgracias las habrá siempre, pero podremos afirmar que estamos a la altura de los tiempos cuando reconducimos el potencial de las aguas del diluvio en algo útil, o al menos no invertimos las fugaces horas en crear nuevos problemas.
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