Así
como no podemos censurar de forma absoluta una herramienta o material
por el simple hecho de que alguien les haya dado un mal uso, tampoco
podemos hacerlo con los mecanismos que usamos para el entendimiento y
la clasificación de la realidad.
Si la problemática del
humano primitivo era su simplicidad basada en la subsistencia, en el
mundo civilizado lo fue el uso interesado de los conceptos, y nos
guste o no, estos constituyen de manera ya inconsciente la base de
cualquier sistema de pensamiento, desde la simple asociación de un
objeto a un nombre hasta la constitución de una religión o sistema
filosófico. Negar el concepto es negar el orden, y lamentablemente
no podemos conocer la realidad sin organizarla dentro de nuestro
pensamiento. Esta negación, de hecho, sería contradictoria, porque
para formularla ya necesitamos un lenguaje y una serie de supuestos y
pruebas racionales sobre los que construir una argumentación
decente, lo que nos demuestra que es imposible salir del concepto. En
conclusión, una de las muchas cosas que convierten a nuestra especie
en un fenómeno claramente anómalo dentro del reino animal es que
para vivir necesitamos dar nombre a las cosas.
Así
pues, la esencia de la desmesura ha sido, hasta nuestro días, la
perversión interesada de la naturaleza útil o estética (Que en el
fondo no son tan diferentes) de las cosas en vez de su conservación
y perfeccionamiento. Quizá con la mejor de las intenciones, el
pensamiento filosófico o incluso cotidiano posterior a la modernidad
se dedicó sistemáticamente a detectar y desmontar los dogmas y
demás constructos interesados o simplistas que hasta entonces habían
regido a la humanidad. Esto, sin embargo, no ha servido para prevenir
el uso indigno de las herramientas inherentes a la condición humana,
ha hecho todo lo contrario.
Se ha identificado de manera
totalmente equivocada al orden y a la clasificación en base a
conceptos con la tiranía o la estrechez de miras, lo que ha derivado
en un rechazo total y absoluto del inmanentismo más racional y
humanista. Así pues, hoy en día los objetos, seres, artes y demás
elementos del mundo que nos rodea carecen de toda naturaleza que
permita identificarlos, y ya no hablemos de la fundamentación de
constructos intelectuales de mayor tamaño. Estamos abocados a un
subjetivismo tal, que lo relativo nos ha vetado la entrada al
conocimiento y a las artes mismas, así como a su expansión y su
refinamiento. La ética y la moral también han acabado muriendo, y
con ellas ha caído también toda posibilidad de debate sobre temas
importantes y elevados, puesto que a casi nadie le importan realmente
más que en el gesto vacío.
Aquellos defensores del relativismo
imperante en el mundo actual, sin saberlo, sólo lo usan para
desbancar de manera falaz y simple (pero políticamente correcta) el
discurso de sus interlocutores, una simple arma de tiempos modernos
para defender sus propios dogmas enquistados. Afirman que cuando
damos nombre a los objetos, a las ciencias o a las artes estamos
siendo intransigentes, puesto que supuestamente creemos que estos
tienen unas características derivadas del orden del universo que
tenemos desde "Nuestro punto de vista". Y no es así. De
hecho, ellos mismos incumplen esta queriendo alterar a marchas
forzadas el lenguaje para adaptarla al que creen que es la única
mirada válida, hasta el punto de institucionalizarlo y llegar a
crear problemas en la percepción y el razonamiento de sus
conciudadanos.
Como ya he dicho al principio, los conceptos son
algo esencialmente humano. Antes que por acción de alguna mano negra
misteriosa surgen por necesidad. Es por esto que las matemáticas no
existirían sin nosotros, puesto que estas son un sistema para
organizar y comprender la realidad, no son la realidad en sí
misma... o quizá podríamos decir, desde cierto punto de vista, que
pertenecen a un plano de la realidad construido por nosotros mismos
que sirve para manejarnos con lo que ya estaba ahí antes de nuestra llegada. Por tanto, cuando se intenta dar nombre a elementos físicos
o abstractos que comparten una serie de características, partimos de
algo realmente primitivo que con el paso de los siglos se ha ido
desarrollando, pasando de ser un componente simplemente social a algo
que permite expandir la mente y llegar hasta límites de razonamiento
insospechados. No estamos negando los accidentes que individualizan
cada cosa concreta, sólo reconociendo que existen peldaños
superiores en nuestra jerarquía conceptual.
El lenguaje es una
herramienta organizativa, así de sencillo. Puede ser todo lo gris y
formal que queramos, puede ser informal o gracioso, elevado o
mundano... Pero eso depende del grado de conocimiento que tengamos de
su evolución y uso, además de nuestra propia creatividad y
propósitos al utilizarlo. Es más, me atrevería a decir que es la
mejor herramienta de la que disponemos y la que ha permitido nuestros
más grandes logros. Por ello, el concepto no viene dado por un orden
externo, más bien es todo lo que tenemos para comprender dicho
orden, y es precisamente esto lo que permite someter algunas de sus
partes a debate y no es algo cerrado en sí mismo.
En conclusión,
y recordando que negar la conceptualización de manera coherente con
uno mismo es imposible, la sistemática duda y la carencia de bases
del relativismo y del pensamiento ideológico actual nada tienen que
ver con el espíritu crítico de la Ilustración. No es algo que haya
servido para emancipar al hombre de su propia tiranía, ha sido más
bien un paso atrás destinado a crear equívocos irresolubles y a
dejarnos estancados en una nueva era de oscuridad y de cultura de
masas: sustituir el cosmos por una sopa primordial de accidentes. Ha
calado tan hondo que hasta los propios críticos de la civilización
actual no son más que cómicos que debaten sobre sandeces porque...
¿Cuando la realidad no existe o no es racionalizable de qué sirve
discutir o rebelarse? ¿No sería eso un cañoneo constante a base
del mismo dogmatismo que nos dijeron haber logrado enterrar?
Quizá
cuando dejemos de jugar a los cazafantasmas y desempolvemos las
viejas librerías consigamos completar exorcismo y recuperar la
ilusión suficiente para ajustar el mecanismo de nuestras vidas.
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