jueves, 25 de julio de 2024

Nuevos comienzos

Las ideologías derivadas de la Ilustración tienen un problema a la hora de conceptualizar la Modernidad. 

    En teoría es una avenida hacia la libertad dentro de un marco de mínimos. Se supone que a partir de dicho orden cada individuo desplegará libremente su potencial y, en consecuencia, los grupos humanos se volverán mucho más heterogéneos. Sin embargo, por mucho que asociemos la Modernidad a la ciencia y el orden, lo cierto es que en el siglo XXI es imposible negar que esta se ha probado como una fuerza profundamente entrópica. En la cultura popular se asocia dicha palabra  a imágenes de caos y destrucción , dejando de lado un aspecto fundamental: a medida que la entropía se asienta en un sistema sus divisiones internas se desdibujan. Es decir, se vuelve más homogéneo.

    Es imposible fijarse en el mundo globalizado o las tensiones presentes en tantos países de nuestra órbita (sospechosamente parecidas entre sí) y negar que esté sucediendo precisamente eso. Nos enorgullecemos de tolerar más divergencias respecto a lo normativo en tiempos de nuestros abuelos, sin entender que estamos peleando con monstruos imaginarios: hace décadas que ese mundo desapareció. Pero eso no significa que haya muerto la normatividad: aunque supuestamente tengamos más margen de maniobra, usamos esa libertad para llevar vidas de lo más uniformes. Si no existiera una norma nuestra cultura no podría haberse vuelto tan sarcástica. 

    Cada día es más evidente que la pescadilla se muerde la cola y nos encontramos en el final de una era.  Esta es la raíz de la polarización que se ha adueñado de Occidente: quienes ostentan el cetro se niegan a aceptar que el pozo de las ideas se ha secado y es la hora de mirar las cosas desde otra perspectiva, quizá una más próxima al hombre de a pie. Con esto no voy a ser equidistante: desde hace mucho la pelota está en el tejado de las fuerzas e instituciones que se autodenominan progresistas. A día de hoy representan el elitismo, el clasismo y el inmovilismo mucho más que los conservadores más recalcitrantes. No puede ser que se asusten cuando cada vez más ciudadanos deciden irse al campo de individuos como Trump pero que su única explicación sea que se trata de paletos fascistas ¡Si la gente se decanta por eso es que algo malo habrán hecho quienes llevan las riendas, digo yo!

    En fin. Insisto en que nos encontramos al final de una era, o mejor dicho: el convulso nacimiento de un tiempo nuevo. Si las clases gobernantes y el establishment cultural se niegan a aceptarlo, tarde o temprano acabarán totalmente desplazados. No hay vuelta atrás, y cuanto más nos resistamos a aceptar esta realidad más agitada será la transición y peores las alternativas. 

    No obstante… es un nuevo comienzo. La promesa de volver a ver el mundo con los ojos inocentes de un niño debería ser suficiente para que aceptemos las privaciones del camino. Cuanto antes nos pongamos las botas y salgamos, mejor.

miércoles, 12 de junio de 2024

Cimientos

    En parte estudié Filosofía para encontrar un camino para explicar la moral al margen de la religión, pero si tras ver lo que he visto los últimos once años tuviera que dar carpetazo al asunto diría que la moral sólo puede existir a partir de la religión. No necesariamente dentro de la institución religiosa, pero sí en la base histórica y cultural de las religiones. No puede existir una moralidad asépticamente moderna, racional y científica; lo que hay de bueno en los sistemas que proclaman serlo en el fondo proviene de tradiciones culturales estrechamente relacionadas con el pensamiento religioso. No olvidemos que una de las etimologías propuestas para la palabra religión se remonta mal término religare, que significa reunir o vincular; y me temo que no sólo en sentido de unir al hombre con entidades espirituales o crear comunidades, sino también ser la urdimbre de la existencia que da sentido a lo que de otra forma sería un conjunto de conceptos y experiencias disparejos.

Muchas buenas personas creen que su forma de ver el bien y el mal es perfectamente autónoma, pero en realidad el oleaje ha desdibujado sus huellas y no ven de dónde han heredado los conceptos que usan o incluso sus intuiciones más elementales.

jueves, 30 de mayo de 2024

Donde acaba la comodidad

Creo que ya podemos afirmar con seguridad que el intento de contener y domesticar el espíritu humano para que no volvieran a repetirse los horrores de la Segunda Guerra Mundial ha fracasado. De hecho, de cada vez tengo más claro que el experimento de amansar a la sociedad es la causa de los horrores presentes... y los que comienzan a perfilarse en el horizonte. 

    Quizá habría sido más sensato aprender a vivir con el potencial monstruo que todos llevamos dentro que desterrarlo a un rincón oscuro y pretender que no existía. Dicho de otra forma: al hombre no le basta con satisfacer sus necesidades elementales o tener comodidades. Para vivir necesitamos creer en algo mayor que nosotros mismos, perseguir nuestras pasiones, tropezar y aprender a sortear los obstáculos. Cuando retiramos de la vida diaria la ilusión o la aventura acabamos inventando problemas y desarrollando extrañas patologías para rellenar ese vacío. Ahí es donde acaba la comodidad y comienza el llanto.