jueves, 6 de marzo de 2025

Neutralismo de postín (II)

El gran error de las ideologías derivadas del liberalismo  ha sido la creencia en la equivalencia entre distintas cosmovisiones. Eso al final lleva la mentalidad de "yo sólo quiero que me dejen en paz", lo que acaba significando que en lugar de pisotearte de forma explícita te van minando poco a poco, mientras tiranizan al mundo porque nadie se digna a mover un dedo. Y cuando llega la hora de la verdad y decides presentar batalla te das cuenta de que todos los demás han caído y tienes al enemigo hasta en la sopa.

El marco de tolerancia sobre el que supuestamente se asienta el liberalismo no es una cosa neutra, ni un significante vacío. No podría haber surgido sin que antes hubiera una visión religiosa que diera a cada persona un valor intrínseco. El problema de la Modernidad es que ha pretendido reformar la casa mientras dinamitaba sus cimientos, algo de lo muchos viejos liberales no se han dado cuenta aún; como tampoco se han dado cuenta de que en las últimas décadas han dejado entrar en esa casa a incendiarios que preferirían verla convertida en cenizas. 

Por eso lo que llamamos Occidente se está disolviendo cual azucarillo en el té, y por eso aparecen tipos como Trump, a los que erróneamente se llama "conservadores" ¡Ojalá  lo fueran, al menos tendrían algún amor al prójimo! El problema es que ellos también son hijos de la Modernidad, pero sin la mascarada habitual, con motivos de sobra para vengarse y ni un ápice de compasión o caridad cristiana. En otras palabras: el liberalismo ha creado al arma sin seguro que ahora mismo le está apuntando.

miércoles, 5 de marzo de 2025

Mano izquierda (III)

Veo muchas críticas del profesorado de Filosofía en Baleares a que se reduzcan las horas semanales Valores Éticos de 4º de ESO a la mitad, pero creo que deberíamos reflexionar un poco sobre el motivo real de nuestro enfado.

    Nos cabreamos porque nos quitan horas de trabajo y (al poner en entredicho la importancia de nuestra especialidad) cuestionan nuestra valía como individuos. Motivos totalmente legítimos por sí mismos, tanto que no haría falta ocultarlos bajo ideas elevadas o apelaciones al civismo.

    No hagamos una vez más el teatrillo de decir que estamos preocupados porque realizamos una función social indispensabilísima, tan importante que si dejamos de hacerlo comenzarán a sonar las trompetas del Apocalipsis. No es así: entre el contenido ideológico de otras materias, las políticas de centro y la acción de las comisiones en la mayoría de institutos ya se hace lo que según el currículum es nuestra provincia. El feminismo, los derechos humanos, el ecologismo y todos los sospechosos habituales saturan tanto el ambiente que nuestra función institucional se ha vuelto obsoleta.

    De hecho, las habituales voces afirman que las trompetas del Apocalipsis están sonando ahora mismo. Y yo les digo: ¡Si lo hacen también es gracias a nuestro gremio! Si el alumnado se ha vuelto reaccionario y vulnerable a la desinformación es gracias a que hemos tratado de ideologizarlos tanto que los hemos vacunado contra muchos de esos "valores cívicos y éticos" que les hemos querido inculcar. No sólo somos vectores de la crisis de identidad que atraviesa nuestra sociedad sino que, además, en lugar de erigirnos como el hermético mago de la corte hemos enseñado los trucos a todo el mundo para que puedan desecharnos cuando se les antoje. A este paso veremos al profesor de química o educación física preguntar "¿es esta tu carta?" a una audiencia cada vez más apática mientras nosotros nos comemos las uñas en un rincón.

    Quizá la solución a todo este embrollo sea reclamar menos "valores" y más Filosofía. Primero de todo porque así los chavales no se darán con el bordillo al llegar a bachillerato y toparse por primera vez con un tal Platón. Segundo (y quizá más importante) porque en lugar de depender de unos valores "perennes" pero más maleables que el plomo nuestros alumnos deberían reflejarse en el espejo de los antiguos pensadores, aprender de sus errores y ver cómo la humanidad lleva milenios enfrentándose a los mismos problemas. Quizá si comenzáramos a creer de verdad que la Filosofía sirve para algo en lugar de simplemente cacarearlo conseguiríamos dar algo bueno a la sociedad y, de paso, ganar algunas horas extra a la semana.



jueves, 27 de febrero de 2025

Mano izquierda (II)


   Hoy he acabado de ver la Kermesse Heroica con mis alumnos Secundaria y he de decir que estoy gratamente sorprendido. Han demostrado que podían analizar tramas y subtramas, nadie se ha dormido, no hemos necesitado recapitular y hasta han aplaudido al final.

    Parecen nimiedades, pero teniendo en cuenta que es una peli en blanco y negro de 1935 y que son chavales de 2025 lo considero un éxito rotundo. Esto demuestra que si a principio de curso les hablas como adultos y les remueves un poco la sesera son capaces de seguir el ritmo sin problemas. Si la cosa sigue así me estoy planteando poner Rashomon.

Hu-há


martes, 14 de enero de 2025

Mano izquierda (I)

Algo que me sorprende de algunos docente más veteranos que yo es la total falta de paciencia y mano izquierda con los alumnos en sus antípodas ideológicas. Por ejemplo, ya son varias veces que escucho “es que mis alumnos son unos fachas” o “las falacias siempre vienen del mismo lado” , todo porque les han saltado con críticas airadas al discurso interseccional, que a veces se acaban convirtiendo en alegatos machistas o racistas.

    Lo que pasa con esos alumnos no es que sean fascistas convencidos... sino que son adolescentes. Por una parte, como en cualquier época y lugar, están poniendo a prueba los límites de sus mayores y se están rebelando contra un discurso institucional que lleva décadas siendo de izquierdas. Por eso se han invertido las tornas y ahora lo punk es ser de derechas. Por otra parte, además de adolescentes son incultos -culpa nuestra- y nadie les enseña criterios fiables a la hora de analizar un discurso, de ahí que traspasen la frontera entre el argumento legítimo y la perorata reaccionaria con facilidad. 

    El docente debería tener en cuenta estas obviedades y mantener siempre una actitud caritativa ante las personas que tiene al cargo. Una cosa es no tolerar las faltas de respeto e incumplimientos de reglas de convivencia y otra mantener una actitud puramente adversarial que precisamente es lo que acaba llevando a un ciclo de acción-reacción que envenena las relaciones y evita que tomen en serio tus correcciones, porque en el fondo no confían en tí como guía. De hecho, tomar ese camino implica confirmar muchos de los prejuicios que el alumno lleva en la mochila, regando el árbol del resentimiento para crear extremistas genuinos. El profesor, además, no puede ser tan soberbio como para creer que aquellas partes del curriculum que se corresponden con sus ideas están exentas de crítica. Todas las causas, no importa lo justas que sean, tienen puntos flacos en su aplicación ¡Si los chicos de 2025 han salido así después de bombardearlos de propaganda del lado opuesto desde la más tierna infancia por algo será!

    Los profesores estamos ahí para mostrar a los chavales que viven en un mundo mucho más grande que sus experiencias cotidianas, y que en él pueden encontrar cosas que les ayudarán a expandir sus horizontes. También, lo queramos o no, somos modelos de conducta incluso para quienes nos desafían. Por eso no podemos quedarnos de brazos cruzados y decir que nuestros alumnos son unos fachas (en su momento eran rojos) sino con mucha mano izquierda llevarlos por el buen camino. Y ese camino no es volverlos conversos de la religión laica que profesamos, sino que acaben el curso viendo entre los “suyos” el monstruo que todos llevamos dentro y respetando genuinamente a alguien cuyas opiniones no comparten.

jueves, 25 de julio de 2024

Nuevos comienzos

Las ideologías derivadas de la Ilustración tienen un problema a la hora de conceptualizar la Modernidad. 

    En teoría es una avenida hacia la libertad dentro de un marco de mínimos. Se supone que a partir de dicho orden cada individuo desplegará libremente su potencial y, en consecuencia, los grupos humanos se volverán mucho más heterogéneos. Sin embargo, por mucho que asociemos la Modernidad a la ciencia y el orden, lo cierto es que en el siglo XXI es imposible negar que esta se ha probado como una fuerza profundamente entrópica. En la cultura popular se asocia dicha palabra  a imágenes de caos y destrucción , dejando de lado un aspecto fundamental: a medida que la entropía se asienta en un sistema sus divisiones internas se desdibujan. Es decir, se vuelve más homogéneo.

    Es imposible fijarse en el mundo globalizado o las tensiones presentes en tantos países de nuestra órbita (sospechosamente parecidas entre sí) y negar que esté sucediendo precisamente eso. Nos enorgullecemos de tolerar más divergencias respecto a lo normativo en tiempos de nuestros abuelos, sin entender que estamos peleando con monstruos imaginarios: hace décadas que ese mundo desapareció. Pero eso no significa que haya muerto la normatividad: aunque supuestamente tengamos más margen de maniobra, usamos esa libertad para llevar vidas de lo más uniformes. Si no existiera una norma nuestra cultura no podría haberse vuelto tan sarcástica. 

    Cada día es más evidente que la pescadilla se muerde la cola y nos encontramos en el final de una era.  Esta es la raíz de la polarización que se ha adueñado de Occidente: quienes ostentan el cetro se niegan a aceptar que el pozo de las ideas se ha secado y es la hora de mirar las cosas desde otra perspectiva, quizá una más próxima al hombre de a pie. Con esto no voy a ser equidistante: desde hace mucho la pelota está en el tejado de las fuerzas e instituciones que se autodenominan progresistas. A día de hoy representan el elitismo, el clasismo y el inmovilismo mucho más que los conservadores más recalcitrantes. No puede ser que se asusten cuando cada vez más ciudadanos deciden irse al campo de individuos como Trump pero que su única explicación sea que se trata de paletos fascistas ¡Si la gente se decanta por eso es que algo malo habrán hecho quienes llevan las riendas, digo yo!

    En fin. Insisto en que nos encontramos al final de una era, o mejor dicho: el convulso nacimiento de un tiempo nuevo. Si las clases gobernantes y el establishment cultural se niegan a aceptarlo, tarde o temprano acabarán totalmente desplazados. No hay vuelta atrás, y cuanto más nos resistamos a aceptar esta realidad más agitada será la transición y peores las alternativas. 

    No obstante… es un nuevo comienzo. La promesa de volver a ver el mundo con los ojos inocentes de un niño debería ser suficiente para que aceptemos las privaciones del camino. Cuanto antes nos pongamos las botas y salgamos, mejor.

miércoles, 12 de junio de 2024

Cimientos

    En parte estudié Filosofía para encontrar un camino para explicar la moral al margen de la religión, pero si tras ver lo que he visto los últimos once años tuviera que dar carpetazo al asunto diría que la moral sólo puede existir a partir de la religión. No necesariamente dentro de la institución religiosa, pero sí en la base histórica y cultural de las religiones. No puede existir una moralidad asépticamente moderna, racional y científica; lo que hay de bueno en los sistemas que proclaman serlo en el fondo proviene de tradiciones culturales estrechamente relacionadas con el pensamiento religioso. No olvidemos que una de las etimologías propuestas para la palabra religión se remonta mal término religare, que significa reunir o vincular; y me temo que no sólo en sentido de unir al hombre con entidades espirituales o crear comunidades, sino también ser la urdimbre de la existencia que da sentido a lo que de otra forma sería un conjunto de conceptos y experiencias disparejos.

Muchas buenas personas creen que su forma de ver el bien y el mal es perfectamente autónoma, pero en realidad el oleaje ha desdibujado sus huellas y no ven de dónde han heredado los conceptos que usan o incluso sus intuiciones más elementales.

jueves, 30 de mayo de 2024

Donde acaba la comodidad

Creo que ya podemos afirmar con seguridad que el intento de contener y domesticar el espíritu humano para que no volvieran a repetirse los horrores de la Segunda Guerra Mundial ha fracasado. De hecho, de cada vez tengo más claro que el experimento de amansar a la sociedad es la causa de los horrores presentes... y los que comienzan a perfilarse en el horizonte. 

    Quizá habría sido más sensato aprender a vivir con el potencial monstruo que todos llevamos dentro que desterrarlo a un rincón oscuro y pretender que no existía. Dicho de otra forma: al hombre no le basta con satisfacer sus necesidades elementales o tener comodidades. Para vivir necesitamos creer en algo mayor que nosotros mismos, perseguir nuestras pasiones, tropezar y aprender a sortear los obstáculos. Cuando retiramos de la vida diaria la ilusión o la aventura acabamos inventando problemas y desarrollando extrañas patologías para rellenar ese vacío. Ahí es donde acaba la comodidad y comienza el llanto.