El escepticismo es una virtud que lamentablemente quedó herida durante la pandemia y sigue desangrándose a día de hoy. En origen problema de comenzar a dar credibilidad a necedades no es, como algunos escépticos siguen empeñados en defender, de fe ciega, sino de carencias en el marco que rige la razón misma. Sin el trasfondo escéptico la razón por sí sola se acaba desviando para edificar castillos en el aire, proceso además acelerado en los mentideros de la red y el tan citado efecto de la cámara de eco.
Ya sabéis que en gran medida culpo de semejante crimen a gobiernos y organismos internacionales que, además de llevar años secuestrados por idealistas incompetentes, no han sabido hacer pedagogía durante la pandemia y han creado las condiciones perfectas para que individuos con sentido común se desesperen lo suficiente como para comenzar a prestar oído a las explicaciones más fantasiosas... explicaciones que a veces son extendidas o directamente manufacturadas por potencias externas (Rusia sería el ejemplo más evidente) que ven en el hartazgo generalizado y el vacío espiritual de Occidente una oportunidad única para debilitarnos y hacernos pagar su frustración por sus históricos fracasos. A nivel nacional creo que no me equivoco si afirmo que ciertos rasgos conspiranoicos comenzaron a filtrarse al debate público mucho antes de la pandemia, a partir de la historia falseada de los nacionalismos periféricos y el discurso de Podemos*, mientras que por el campo derecho fue la tibia respuesta del gobierno y el vecindario europeo en 2017-19 lo que llevó a muchos liberales o conservadores a comenzar con una necesaria autoafirmación (la lucha contra la Leyenda Negra**) pero no saber echar el freno y acabar cayendo en una pataleta revanchista contra la Modernidad.
Ahora bien: incluso dejando a un lado la discusión de quién dio la puñalada fatal al escepticismo, la cantidad de gente dispuesta a creer en chorradas se ha multiplicado por mil y seguirá creciendo cuando las consecuencias de la crisis energética se dejen notar. Sabiendo esto, la prioridad de nuestros gobernantes no debería ser seguir persiguiendo ideales utópicos que escupen en la cara del hombre común, sino estabilizar el barco cuanto antes si no queremos enfrentarnos a algo peor que una crisis económica en unos pocos años. Añoro esos días no tan distantes en que los conspiranoicos de la red no eran reconocidos como autoridades y la mayor parte de su público tenía insomnio, simple curiosidad o ganas de echarse unas risas. Pero en estos tiempos oscuros si uno no los dignifica como "informadores" la sala se llena de chillidos de rata ofendida, o aún peor: no tardan en aparecer las sonrisas de suficiencia y el tonillo aleccionador de quienes no saben que más que bucear en conocimiento prohibido han estado revolcándose en el fango.
* A veces se nos olvida que en su día además de defender el impago de la deuda y el abandono de la UE, esta gente se dedicó a cortejar el mundillo del New Age.
**En la que me incluyo, pues era absolutamente necesaria teniendo en cuenta que las instituciones públicas no presentaron batalla o directamente estaban subvertidas.