lunes, 13 de julio de 2020

De almas y dignidades

Voy a mojarme con un tema sensible, pero la verdad es que me parece que los antiabortistas tienen severas carencias informativas y dificultades para el razonamiento lógico. No me refiero a la cuestión de si debería ser algo gratuito o privado, sino al problema de fondo: la dignidad humana. Al final el argumento de esta gente se reduce a que el aborto es un acto de violencia contra una persona, es decir: un asesinato. A partir de aquí he escuchado que el infante debería tenerse aun siendo fruto de una violación, aun a riesgo de la vida de la madre o incluso si el médico advierte con antelación de que tendrá algún problema de salud severo e incurable. 
    Sus argumentos giran siempre en torno a que el cigoto o el feto en los primeros meses es una persona, y tiene por tanto derechos. ¿Pero qué es una persona? Podemos entrar en una discusión legal sobre el tema que no nos llevaría a ninguna parte, pero al final al hablar de esta cuestión siempre se acaba bajando al cenagal de lo trascendente. Así, podemos decir que en este campo se considera que una persona -humana en este caso- lo es por el hecho de tener alma. Para los antiguos el alma era un hálito que servía de fuerza motriz al cuerpo de los vivientes, y en el modo tradicional en el que nosotros lo entendemos a esto se suma que es, de algún modo, la esencia del dueño: aquello que rige sus acciones, retiene su memoria, constituye su entendimiento y, sobre todo, aúna su sentir. 

    Para estas personas, el aborto sería un acto sacrílego y de lesa humanidad no por interrumpir el proceso biológico, sino porque ello impide a un alma (una persona ya existente) desarrollar sus potencialidades en el mundo. El tema es que es que esta idea de alma es arcaica: además de lo citado se trata de una entidad nebulosa que está antes de que nazcas y sigue existiendo después de que te mueras. Creer esto es un absurdo, metafísica de garrafón, porque la ciencia moderna, desde luego, tiene algo que decir sobre cuestiones tales como el momento en que un proyecto de ser humano comienza a pensar o tener emociones... y caen bastante lejos del usual plazo para abortar. El alma de nuestros días está en la mente, y la mente no se adjudica: se desarrolla. Por tanto, si creemos que al abortar estamos haciendo competencia desleal a la Parca, debemos creer también que cometemos un crimen aún peor cuando aplastamos al mosquito que nos pica o a la mosca que ronda nuestros alimentos.
    Los antiabortistas hablan de dignidad de una manera totalmente incoherente: la adjudican a algo que no es persona, y ello otorga carta blanca para atentar contra la dignidad de quien sí lo es, que normalmente es una madre con toda una vida por delante, así como las personas que la rodean. Y esto no solo convierte a los mal llamados “defensores de la vida” en ignorantes, sino en partícipes de un rotundo mal moral. No hablemos ya de las recientes polémicas concernientes al aborto por motivos de salud del futuro infante. Aquí la izquierda y la derecha se dan la mano tachando a sus partidarios de bárbaros eugenistas nazis; lo que faltaba por ver: adeptos del sufrimiento por predestinación dándose la mano con progresistas. He llegado a ver artículos de gente afirmando que los partidarios de la interrupción del embarazo por estos motivos queremos asesinar los discapacitados, o incluso presumiendo de adoptarlos por moda ¡Ni siquiera por caridad o compromiso ético!
    Lo coherente, si se cree en la dignidad humana, es arremangarse y ofrecer toda la ayuda y comprensión posible a las personas con discapacidad o dolencias graves en sus desafíos diarios; pero también lo es prevenir en la medida de lo posible dichas situaciones. Si el médico te dice que que el infante tendrá un problema severo, no debería estar penalizado interrumpir el embarazo e intentar tener un bebé sano en el futuro. 

Pd: Conste -que ya veo venir a algunos- que no estoy negando la felicidad a nadie, precisamente lo que defiendo es la felicidad de todo el mundo, que bastante amenazada está por cosas que no podemos predecir.

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