jueves, 29 de diciembre de 2022

El mito de la democracia interna

    Hace cosa de diez años estaba completamente a favor de obligar a los partidos políticos a hacer primarias. Ahora creo que un partido que haga primarias es lo más peligroso que puede haber porque ello  provoca el ascenso de lo peorcito de la humanidad. Los grandes del partido se dedican a crear camarillas de aduladores donde sólo les dan la razón y los puestos de responsabilidad caen en manos de los más inofensivos (zoquetes), corruptibles o sociópatas que han ascendido a base de puñaladas. Lo más peligroso de todo es que además de esto las primarias son una ventana para que todo tipo de agentes externos puedan meter mano: así son capaces de encumbrar, hundir o incluso fabricar candidatos. La  "democracia interna" es un peligroso instrumento de subversión para los poderosos, ya que si logran influir lo suficiente pueden colocar a los peores candidatos y evitar que los mejores programas o ideas lleguen siquiera a las elecciones, condenando la nación al estancamiento.

   Por eso hay que quitarse el miedo y desmontar la falacia de que las primarias son una cuestión de democracia. Democrático es el régimen político del país, pero un partido es una libre asociación que se presenta para participar en dicho sistema aceptando las reglas de juego: nada más. Si alguien tiene los recursos y los asociados para presentarse a unas elecciones no es asunto de nadie decir cómo tiene que gestionar su casa. Si no gusta no saldrá elegido y si surgen diferencias en el seno del partido siempre se puede fundar otro. No será más democrático por hacer primarias porque una formación política no es un país sino un pastiche de intereses, egos y rasgos ideológicos. 

   Desgraciadamente en el sistema educativo esa clase de confusiones son cada vez más comunes: no es lo mismo una educación en un país democrático (el lugar), una educación para la democracia (aprender sobre ciudadanía y el funcionamiento del Estado) y la muy abominable educación democrática. No podemos votar que dos mas dos dejen de ser cuatro o que los alumnos puedan dar órdenes al director. Tampoco podemos llenar las escuelas de comisiones que actúen como taifas. Precisamente el confundir estos términos es lo que carcome el cerebro de la sociedad hasta el punto de que después la gente anda perdida por el mundo y se adhiere a cualquier atropello que lleve la etiqueta de democrático, como polillas que se lanzan hacia la luz y mueren abrasadas.



martes, 20 de diciembre de 2022

Arte ludista o postureo apocalíptico

Desde hace unos meses se me hace curioso ver a tantos artistas  perdiendo los papeles en Instagram con las imágenes generadas por inteligencias artificiales, y parecer ser que dicha burbuja ha explotado en la última semana con un tsunami de publicaciones imposible de ignorar. 
    Comprendo el miedo que tal tecnología suscita, pero pretender que la gente boicotee las IA o incluso que puedan ser prohibidas por el Estado es querer lo imposible. Ese tren no va a parar por mucho que lo deseemos, y por tanto todos los futuribles que planteemos a partir de ahora deberán tener en cuenta la existencia de imágenes generadas de fácil acceso. Todo lo demás es hacer planes para un mundo que no existe o  peor: es tener el semblante de hormigón armado y exigir un estipendio a cambio de ser artista, sin tener en cuenta la obra producida o la opinión del público.
  Vaya por delante que a mí los resultados de las IA en su mayor parte me parecen sosos y tópicos, probablemente porque los criterios los han establecido personas sin gusto o porque en internet el arte genérico, el efectismo, los estilos con sello "de escuela", el manga más industrial o la pintura hiperrealista están sobrerepresentados: las IA se alimentan de eso. Por tanto, la única preocupación real que pueden suscitar es que haya gente con mal gusto que compre el pastiche y no presten atención al verdadero talento... Pero esto no es nuevo, de hecho es la preocupación clásica del artista moderno.
    En todo caso a partir de ahora quien lo tendrá más difícil no son los excelentes artistas a quienes veo palidecer sin necesidad, sino los mediocres que prefirieron seguir la corriente y lograr el aplauso fácil en vez de cultivarse. De la misma forma que escribir fanfics adolescentes no te convierte en autor consagrado y ni te extiende la alfombra roja de la Real Academia, tampoco puede colgarse colgarse la medalla de artista quien tiene una cuenta de dibujos en una red social. Ser o no ser algo depende de factores como muchos años de trabajo y la opinión que tiene el público sobre los resultados. Por tanto, los buenos ilustradores lo seguirán teniendo tan difícil como siempre, e incluso me atrevo a decir que ahora se abre una pequeña ventana para esperanza.
    En un mundo de inteligencias artificiales que hacen "arte frankenstein", la impronta distintiva del autor humano tendrá un valor mucho más evidente. Es una oportunidad excelente para estudiar en modos de representación mucho más subjetivos e intuitivos, sobre todo en la estilización y el uso de la línea, y dejarse de caminos trillados como recurrir demasiado a la falsilla fotográfica. Ahora los artistas sacarán a relucir su valía individual: después de pasar por el tubo de aprender de los grandes referentes (porque es necesario) demostrarán su maestría vertiendo todo ese capital cultural en su propio molde. Y si no pueden hacerlo... entonces es que les falta práctica o nunca fueron artistas, independientemente de si pretenden vivir de ello o no.
    Como he dicho al principio, comprendo el temor que las inteligencias artificiales aplicadas al arte suscitan , pero en mi opinión muchos de los artistas que se están quejando son precisamente los que no tienen nada que temer. Quizá algunos participen en la pataleta por solidaridad con quienes sí se juegan algo o están empezando su carrera pero aunque esto proviene de la compasión es un grave error. El mensaje del artista consagrado hacia los jóvenes debería ser  de excelencia: incluso antes de desarrollar un estilo es necesario tener criterio. Y ese gusto se forja en el transcurso de una gran aventura: la de descubrir miles de años de Historia, de investigar qué recursos se han usado pata expresar o representar algo, y sobre todo ver cómo hoy nos enfrentamos exactamente a los mismos desafíos que entonces. todo ello acompañado de práctica y experimentación constante.
    Lo importante no es la etiqueta de ser artista, sino cómo lo somos. Un hombre sabio me dijo una vez (con otras palabras) que aunque al compararnos nos parezca que no llegamos ni a los tobillos de los titanes que nos precedieron, nuestro lugar se encuentra junto a ellos. Esa es nuestra liga: aunque hoy dispongamos de nuevas herramientas, recursos y libertades estamos continuando con LA tradición. En eso, y no en los anécdotas personales que gustan tanto a ciertos académicos, consiste el arte. Que haya inteligencias artificiales construyendo imágenes coherentes a partir de indicaciones sencillas no es más que la confirmación para los incrédulos de que siempre ha existido un hilo conductor ante el que todos respondemos.

domingo, 11 de diciembre de 2022

Veneno

 Todo el rollo de la autocompasión y el postureo sobre salud mental en redes sociales tiene que parar. 

Está pudriendo el cerebro a los adolescentes, hunde más a quienes tienen trastornos reales y crea individuos para quienes es imposible comportarse en sociedad. En muchos casos lo que hay detrás es una telaraña de rédito social que engendra a monstruos cuya única ocupación es aprovechar el sufrimiento ajeno para tratar de crear juguetes rotos que les sirvan de público.

 Estamos en 2022. La época de la sobreenxigencia y la severidad generalizada pasó hace mucho, si es que llegó a existir más allá de la caricatura moderna. Una cosa es dar un empujoncito a la autoestima para ayudar a que una persona en sus horas bajas pueda recomponerse y otra es meter a esa persona en círculo vicioso de autocompasión y victimismo "cool" para que nunca pueda llegar a ser independiente. Hay que volver a inculcar la idea que el primer paso hacia el desarrollo personal y una vida más feliz es reconocer las carencia personales a fin de paliarlas o, si no se puede, compensarlas por otro sitio. En mi caso siempre he sabido que era un inadaptado: desde pequeño noté que algo no encajaba, algún defecto de fabricación que va más allá de mis aficiones, gustos, defectos e impedimentos como la disfemia. A veces es como si hubiera una barrera invisible entre un servidor y la mayor parte de mi generación, y eso ha provocado que lo largo de mi juventud me haya sentido solo, incomprendido y miserable. Ninguna de estas cosas es un trofeo que exponer, ni unas credenciales que sacar al presentarse, y sin embargo veo que hoy para muchos adolescente la miseria es una charca de barro en la que se revuelcan y de la que no quieren salir. Todas las conversaciones construyen en torno a eso, hasta el punto que ya no parece la habitual fase de poeta romántico sino un concurso cuñadesco de medición fálica. 

 También hay que insistir en que uno puede ser y pensar lo que quiera, pero que las interacciones humanas tienen una serie de leyes no escritas que nos vienen dadas. Existe un acuerdo de mínimos al tratar con otros, que se aplica incluso a las personas de las que gente "normal" espera conductas raras. Los raritos de hace diez o quince años aceptábamos (refunfuñando mucho) que aprender a comportarse en sociedad es necesario porque muchas veces es vital ir a sitos o hacer cosas que no nos gustan. Muchos lo hemos acabado interiorizando como una especie de convenio con el mundo exterior (“de acuerdo, lo haré, pero me dejas en paz el resto del tiempo”), pero al parecer esta noción resulta completamente alienígena a las nuevas generaciones: ahora es la sociedad la que en todo momento ha de amoldarse a todos y cada uno de sus caprichos.

Auguro generaciones de hombres y mujeres cada vez más incapaces, y la culpa será nuestra por no haberlos educado para sobreponerse a la adversidad, sino sencillamente señalarla con dramatismo o directamente inventársela esperando un aplauso.