jueves, 25 de marzo de 2021

La hýbris escéptica

Algún día se hablará del daño que han hecho las personalidades y colectivos escépticos o cientificistas (que no científicos) con sus aires de superioridad y arrogancia. Yo mismo participé de eso en su día. 
  
    El punto de partida del buen escéptico debería ser la humildad filosófica. Sólo a través de ella uno puede descender al sustrato de creencias que constituye el cimiento de todo saber. Porque el verdadero conocimiento es más que creencia (es método, es crítica) pero se asienta sobre ella. Saber algo implica creerlo: no podemos saber que una manzana es roja y al mismo tiempo creerla azul. Sin aceptar esta verdad fundamental hacer pedagogía se vuelve imposible y además se genera una estética repelente que va en detrimento de la causa que es defendida. 

    De hecho, si ignoramos esto no solo corremos el riesgo de caer en el dogmatismo, sino contagiar a cualquier observador impulsivo. Un breve vistazo a nuestra sociedad es suficiente para constatar que no hace falta ser religioso para ser un zelote, de hecho en estos tiempos quienes adoptan las formas y el supremacismo de algunos escépticos pero no el mecanismo de fondo superan con creces a los ultraconservadores.

Pero bueno, sigan ustedes recitando listas de falacias a ver si cambia algo. 





martes, 9 de marzo de 2021

La Gran Cosecha

    Los 90 fueron una especie de charco de agua estancada en los que -salvo Yugoslavia- no pasó casi nada relevante para el mundo libre. Se hablaba del mundo post-URSS como el Fin de la Historia donde sólo podíamos ir a mejor y comer perdices. En realidad ese apesebramiento generalizado y falta de amenazas serias generó una sociedad y una clase política incapaces de pensar a largo plazo. Por eso desde entonces las instituciones se han degradado sin esperanza de ser regeneradas, la economía se dirigió sin pensar en las generaciones futuras y comenzaron a popularizarse formas de planificar tan idealistas (por la vía "blanda", a diferencia de lo soviético) que no pueden funcionar sin tener un cuerno de la abundancia a mano. Hasta el pensamiento racional se comenzó a devaluar hasta la sopa primordial que tenemos hoy. Y entonces la burbuja explotó con la atrocidad de las Torres Gemelas, la crisis de 2008, la involución de la cultura y finamente la ordalía que estamos viviendo ahora. Los dioses han pagado la factura de nuestros pecados y han dicho que nos podemos quedar con el cambio.

    La pregunta más lógica que podríamos hacernos en este momento es hasta cuándo durarán las penurias de nuestra Edad. Aventurarse con la futurología y aproximar fechas sería poco sensato, pero como todo buen castigo durará hasta que aprendamos la lección. Para clarificar: desgracias las habrá siempre, pero podremos afirmar que estamos a la altura de los tiempos cuando reconducimos el potencial de las aguas del diluvio en algo útil, o al menos no invertimos las fugaces horas en crear nuevos problemas.



domingo, 7 de marzo de 2021

El elefante, Dios y los liberales

Por si alguien no se ha dado cuenta, en este blog Jonathan Pageau y Jordan Peterson a veces actúan de elefantes silentes en la esquina. El primero es un tallador de iconos ortodoxos aficionado al simbolismo... y respecto al segundo, no conocerlo es sinónimo de haber estado viviendo bajo una piedra durante la última década. En su día hablar de Peterson levantaba pasiones en la esfera mediática, y su reciente regreso a la palestra ha resucitado la polémica sobre su discurso. Sea como fuere, recomiendo suscribirse a sendos canales de youtube porque suelen tratar temas interesantes, se esté de acuerdo con sus propietarios o no.

    He escogido este momento para hablar de la figura de Peterson porque, tras una larga convalecencia y unos años en los que muchos hemos echado en falta sus opiniones sobre actualidad, ha vuelto a hacer un podcast con Pageau, y lo que resulta de dichos encuentros suele ser de lo más interesante. Baste decir que en 2018 hicieron un vídeo sobre la metafísica de Pepe. Sí, me refiero a la rana. Pero no nos desviemos del tema: en el reciente podcast hay un momento en que cualquier individuo que conozca los padecimientos recientes de Peterson y se haya planteado seriamente la cuestión de la relación religión-filosofía se ha de estremecer. Ese momento, combinado con un artículo que acabo de leer, es lo que me ha empujado a escribir esta entrada.

Los iniciados entenderán la referencia


No sorprenderá a nadie la afirmación de que los medios suelen recurrir a hombres de paja para hablar de Peterson. Y los medios españoles no iban a ser una excepción. La suspicacia detrás de dichas falacias la presenta explícitamente Elena Alfaro en su reciente artículo de Vozpópuli: ella y otros informadores padecen una extraña dolencia, caracterizada por un irracional temor a dar apoyo intelectual a la extrema derecha si no tiran una o dos piedras al doctor canadiense. Me cuesta creer que alguien que haya leído su libro o visto una de sus intervenciones pueda decir que Peterson es un gurú de alguna clase de extremismo. Por mi parte comparto las habituales críticas de que a su best seller le falta finura filosófica o que su uso generalista del término posmoderno es incorrecto, pero relacionarlo de alguna forma con el conservadurismo extremo o el fascismo es haberlo entendido todo al revés o ser un vil mentiroso. Por otra parte está el desprecio de la intelectualidad a sus escritos, ya que para muchos es poco más que un gurú medio astrólogo que juega a ser científico.

    ¿Pero de veras podemos llamar a su trabajo autoayuda? Desde luego, aunque visto el panorama social en la juventud no creo que podamos permitirnos el lujo de despreciar esos formatos de fácil acceso ¿Podemos afirmar también que todas sus afirmaciones son científicas? No, aunque él tampoco lo dice en ningún momento, ni está vendiendo su trabajo como un tratado positivista.

    Peterson sencillamente muestra a su audiencia un gran cuento -o una parábola si se prefiere- para introducirla de forma sencilla en un gran relato que está por todas partes y que sin embargo se escapa a cualquier encorsetamiento verbal. Está haciendo un trabajo que normalmente se encontraba reservado a padres y abuelos.

    Que este hombre sea mentado como intelectual útil para tiranías o populismos de cualquier clase es demasiado para cualquiera que conozca sus opiniones. Donde esto se ve de forma más clara no es en las presentaciones para profanos sino en grabaciones de sus lecciones en la universidad (Sobre todo Maps of Meaning). No ya porque normalmente bucea en los orígenes del totalitarismo y trata de prevenir la deshumanización que conlleva, sino porque cualquier espectador que ponga algo de atención puede ver que constantemente se está marcando unos límites nada fáciles en su discurso ¿Vamos a alegar acaso que sus lágrimas en el podcast son algún tipo de montaje? ¿Quién puede quedarse indiferente ante lo que dice en ese preciso momento? Peterson es el primero que toma responsabilidad por sus palabras, y aunque muchos hayan encontrado en sus libros un camino a la religiosidad, él mismo no atraviesa ese umbral. No afirma la existencia de Dios porque sabe que una vez aceptadas ciertas cuestiones de fe es extremadamente difícil establecer los límites del comportamiento justificable. Quizá Peterson hable de religiosidad, pero sigue siendo escéptico en sus afirmaciones porque conoce las consecuencias de una fe desbocada ¿Acaso no es ese también un punto esencial de su crítica al identitarismo moderno?

    Como amateur del simbolismo y graduado en filosofía puedo entender perfectamente la agonía de tener que lidiar con que muchas cosas van mejor si se vive aceptando cierta realidad narrativa... pero al mismo tiempo no poder aceptar la literalidad de su primer principio por los peligros que ello conllevaría para uno mismo y para los demás. Si el filósofo ya es un funambulista la mayor parte del tiempo, quien bucea en las profundidades narrativo-simbólicas en busca del Sentido es prácticamente un kamikaze. Lo que no puedo ni quiero imaginar es qué nivel de tensión ha tenido que acumular el doctor Peterson por ser todo esto y además un ídolo de masas que transmite esas ideas a un público que lo trata de figura paterna. Por no hablar del efecto de dichas cuestiones espirituales en su reciente convalecencia, enfermedad que sus muchos enemigos han explotado de un modo completamente rastrero y deshonroso durante los últimos meses.

    Como he adelantado, el artículo de Alfaro es uno de los motivos que me han impulsado a posicionarme sobre lo que Peterson representa. No ha sido leer el artículo en sí, sino verlo compartido y alabado por políticos supuestamente liberales. No es la primera vez que veo esta clase de discurso en políticos del establishment, que también han pasado por el aro de criticar a los youtubers que se van a Andorra y otros tantos tópicos que uno esperaría ver en boca del visir de Chávez

    ¿Qué demonios les pasa a los liberales españoles cuando se asientan en el poder? ¿Acaso vuelven trastornados de sus viajes a Bruselas? ¿Tan socialdemocratizados están que alguien que promueve la responsabilidad individual, el pensamiento crítico, el escepticismo y el sentido común les parece un peligroso extremista?

Enlace al Podcast: https://www.youtube.com/watch?v=2rAqVmZwqZM

miércoles, 3 de marzo de 2021

A la tercera no va la vencida


Una tercera república es posible pero no deseable. 

    Esto es así porque las repúblicas no son nada sin buenos republicanos. En primer lugar, la ciudadanía no sabe qué es una república o por qué fracasaron los anteriores intentos de establecer regímenes de ese tipo en España. Aunque pueda resultar irónico, la romantización de la Segunda República va en detrimento del triunfo de una tercera, sobre todo porque basta echar un vistazo al discurso republicano actual para ver que volveríamos a repetir (de hecho, estamos repitiendo) punto por punto los errores de nuestros antecesores.

    En segundo lugar y respecto al ya mencionado discurso, las fuerzas parlamentarias que a día de hoy abogan por esa forma de gobierno carecen de toda virtud cívica o espíritu eutáxico necesarios para impulsar una república que perdure. En otras palabras: venderían un pedazo del país o nos harían esclavos de potencias o capital extranjero con tal de retener el poder en sus manos.

    En tercer y último lugar, la república es incompatible con la clase política actual porque las auténticas (no las populares o con democrática en el nombre) se caracterizan por -además de la división de poderes- un equilibrio entre el pueblo y élite: hay comportamientos que se consideran tan inaceptables que deslegitimarían al gobierno y por tanto autorizarían a la ciudadanía a alzarse contra los abusos. En una verdadera república políticos y funcionarios deben su lugar a la vocación de servicio y al mérito. En cambio, en la España de nuestros días uno se hace mandarín para vivir cómodamente del dinero del contribuyente.

    No me tiembla el pulso al escribir que fui republicano hasta 2017, cuando la monarquía se probó como la única institución a la altura mientras el gobierno estaba ausente en el transcurso del mayor desafío que ha vivido nuestra democracia. Eso desde luego paga con creces cualquier daño que el anterior monarca pudiera hacer a la imagen de su Casa. Y por otra parte, no quita que debería ser juzgado no como cualquier ciudadano, sino con el agravante de que en calidad de monarca se lo presupone modelo de ejemplaridad.

Alegoría de la I República