Inauguramos hoy un nuevo tipo de contenido para este blog: las pinceladas históricas. Si bien mi formación académica y muchos de mis intereses tienen que ver con la filosofía, desde que era pequeño he sentido una gran fascinación por la historia militar. Es un pasatiempo que se superpone con mi gusto por pintar hombrecillos de 28-30mm de altura, y de hecho ambas pasiones se retroalimentan: ¿Qué mejor que echar mano de publicaciones de historia militar para saber cómo pintar correctamente los uniformes de un determinado periodo? ¿Y qué mejor que los wargames de miniaturas para tener en casa un pequeño pedazo de mis periodos preferidos?
Una de mis contiendas preferentes es la caótica Guerra Civil Rusa y sus conflictos aledaños. En
jerga de juegos de guerra es
lo que a veces se conoce como Back of Beyond, expresión que
en español vendría a significar algo como “el quinto pino”. La
denominación proviene de una gama de miniaturas esculpida por el
maestro Mark Copplestone y un suplemento para Contemptible Little
Armies titulado Back of Beyond; ambientados en los
conflictos en Asia Central después de la Primera Guerra Mundial. En
otras palabras, se trata de una reactivación del Gran Juego a inicios de los años 20, donde chocan rusos rojos
y blancos, señores de la guerra chinos, potencias intervencionistas,
bandidos, variopintos grupos de aventureros, etc... Resulta un
periodo atractivo para muchos wargamers porque ocupa un nicho
especial entre lo histórico y lo pulp, cada cual sitúa la
frontera donde quiere. Un servidor se encuentra en lado histórico de
la ecuación, aunque ello no impide que en la vitrina de mi estudio junto a los oficiales
zaristas esté Corto Maltés.
De hecho esto me
recuerda algo: ¡no estamos aquí para que les haga una ponencia sobre
Vetumbrología! Hoy toca un comentario histórico de uno de mis
cómics preferidos: Noche en Blanco. Concretamente, de su primera parte.
Noche en blanco
(1989-1997) es una serie
guionizada por Yann Pennetier y dibujada por Olivier Neuray que nos
cuenta la historia de Sacha Kalitzin, un ex oficial del ejército
imperial ruso. La primera parte está ambientada en la guerra civil, concretamente en el frente siberiano. No les voy a destripar la
trama, pero baste decir que se trata de una narración interesante
para quien gusta de novelas gráficas de aventuras con un tono
maduro, así como la estética de las primeras décadas del pasado
siglo. El estilo de Neuray se aleja del naturalismo pero sin ser caricaturesco, y la
estilización de las figuras encaja a la perfección con el tono de la
narración. Dicho esto, comencemos
con el análisis histórico. Vaya por delante que no pretendo ser
exhaustivo, sino sólo comentar los elementos que me han llamado más la atención.
Donde podemos hallar más errores
históricos es en las menciones a elementos contextuales,
pero afortunadamente siempre son referencias a eventos fuera de cámara. De hecho,
podríamos resumir el origen de este problema en una sola frase:
Rusia es muy grande y su guerra civil muy caótica. Probablemente los
autores tomaron el periodo erróneamente como similar a la guerra
civil americana o española cuando no es el caso. A este respecto, en
un punto mencionan la posibilidad de unirse al ejército de
Wrangel... ¡pero el grupo del protagonista se encuentra en
Vladivostok y Wrangel en Crimea, en la otra punta del mapa y con todo
el poder militar bolchevique de por medio!
Es una época compleja porque hay
multitud de frentes separados y los bandos no fueron en ningún caso
entidades cohesionadas. Sin ir más lejos, los guardias blancos no
eran una fuerza única, sino una variopinta coalición: además de las fuerzas de Kolchak que vemos en el cómic
estaba el gobierno provisional siberiano, el Komuch y las ASFR de
Rusia meridional, entre otros muchos. Estas facciones diferían en ideología
además de en efectivos o equipamiento; hasta el punto de cubrir todo
el espectro desde los socialrevolucionarios hasta los reaccionarios
más extremos. Además, no hubo dos bandos
monolíticos: formaciones enteras cambiaron de color varias veces y por si fuera poco aparecieron toda clase de nacionalismos
locales, renegados e incluso señores de la guerra que nominalmente
pertenecían a un lado pero en realidad se dedicaban a saquear a todo
el mundo.
Consecuencia de esta falta de
conocimiento de la escala real del conflicto es que se confundan
facciones de nombre o rasgos vagamente similares. Por ejemplo, en un
momento dado nuestro protagonista habla de su juramento hacia el
Gobierno Provisional ¿Pero cuál? La mayoría de futuros
contrarrevolucionarios aceptaron el gobierno provisional de Kerenski tras la abdicación del Nicolás II como el mal menor, pero ese
gobierno es anterior a la guerra civil, siendo su caída y el
ascenso de Lenin uno de sus detonantes. Así, se confunde al gobierno
provisional de Kerenski con el Gobierno Provisional Siberiano y el
Gobierno Provisional Panruso (o directorio de Omsk) que acabó convirtiéndose en la dictadura de Kolchak. También se
menciona a los Verdes como si fueran anarquistas liderados por Néstor
Majnó, cuando en realidad eran campesinos rusos poco organizados, distintos del Ejército Negro de Ucrania.
En cuanto al vestuario, la labor de Neuray ayuda al lector a hacerse una idea general del periodo. La mayoría de uniformes están bien para la época,
pero aunque se nota que algo se documentaron volvemos al problema de antes: ¡Rusia es muy grande! El uniforme
blanco y negro del protagonista y sus subordinados directos podría ser de las fuerzas de Kolchak si fuera caqui o con otra combinación de colores, pero parece inspirado en el uniforme del regimiento del general Markov, que luchaba en un frente distinto a miles de kilómetros de distancia. Lo mismo sucede con el de los cosacos: si bien en Sibera podría haber algún que otro cosaco del cáucaso con el tradicional caftán con cartucheras (cherkeska), los de las huestes siberianas solían llevar un uniforme similar al del ejército regular, sólo que con colores distintivos en los galones, las franjas de los pantalones y los detalles del sombrero.
Aparte de la aparición en una ocasión de la ruleta rusa como forma de desafío (en realidad un tópico de origen literario cuya historicidad no ha podido demostrarse) no puedo criticar mucho más.
Desde un punto de vista histórico, aún con los errores, la primera parte de esta novela gráfica puede ser una buena introducción para alguien que no conoce la Guerra Civil Rusa, ya que aparecen elementos clave: el cruel invierno siberiano, las desavenencias en el seno de cada bando, la importancia de las líneas de ferrocarril y los trenes blindados, la propaganda, el dudoso papel de las fuerzas intervencionistas, etc.
Lo que me ha gustado más es la ausencia de moralina en la narración, algo muy complicado en conflictos con un trasfondo ideológico tan fuerte. La verdad es que este apartado está muy bien logrado, porque si bien el protagonista y sus aliados se nos presentan como los buenos de la historia no sucede lo mismo con el bando al que pertenecen. Por ejemplo la famosa Legión Checoslovaca, normalmente alabada por su Anábasis siberiana, en Noche en blanco juega un papel antagónico. Desde el principio vemos que es una guerra muy sucia: tanto blancos como rojos torturan y fusilan por doquier; y el protagonista se topa en varias ocasiones con individuos represaliados por el régimen zarista al que tenía idolatrado. De hecho, en ningún momento se glorifica la violencia: sencillamente seguimos la andadura de los personajes por parajes donde se ha esfumado toda traza de civilización y piedad.
En resumen, históricamente es una obra interesante para quienes quieren introducirse en el periodo. Los que ya conocemos un poco la época no podemos evitar señalar los errores, pero la impresión es que la intención de los autores es buena: en estos días de polarización e interpretaciones interesadas de eventos pretéritos, las obras con puntos de vista no moralizantes son un privilegio y por ello se les pueden perdonar algunas imprecisiones.